
En un rincón de Centroamérica, ese cartel con el logo de USAID representa mucho más que el apoyo internacional que presta un país; representa la posibilidad de un refugio temporal que le devuelve -al menos por unas horas- la dignidad y algunos de sus derechos más fundamentales a miles de personas que enfrentan condiciones extremas mientras buscan una vida mejor.
Se trata de un Punto de Atención de Asistencia Humanitaria para personas migrantes que vienen transitando por algunas de las rutas más peligrosas del mundo y expuestas a las condiciones más extremas de vulneración y violencia.
Estos lugares no sólo brindan comida, ropa, calzados, información absolutamente indispensable que previene, en muchos casos, situaciones de tráfico y trata de personas, espacios de descanso y recreación, comunicación con sus familias, etc.; sino que estos lugares son espacios considerados, por las personas migrantes, como un refugio de seguridad, confianza y respeto que les da la energía necesaria para seguir su camino.
Esta no es una frase extraída de noticias que una vio circular durante todos estos meses, estas son las voces que yo misma escuché de familias que entrevistamos en esos puntos de atención durante el mes de septiembre de 2024.
Lo hemos leído y escuchado incansablemente estos meses. La decisión del Gobierno de Estados Unidos tiene consecuencias devastadoras en las vidas de miles de personas. Sin embargo, el nivel de crueldad, de deshumanización y de perversidad se hace real cuando logramos ponerle voz, cuerpo y alma a través de las historias de mujeres que huyen de la violencia, de niños y niñas que viajan solos y de familias agotadas por el hambre.
El cierre de USAID es el cierre de las puertas de muchos de estos espacios, es el cierre de posibilidades de devolver por un rato muchos de los derechos arrancados injustamente, es el cierre de lugares seguros, de contar con información tan valiosa que de ella depende que estas personas no sean víctimas de delitos, es el cierre de ilusiones, de encontrarse con personas a las que les importa la situación del otro, que las mira, las comprende y las acompaña.
El cierre de estos espacios es el cierre a la empatía, la dignidad y la solidaridad. Valores tan pero tan básicos y universales que, sin ellos, sólo queda la deshumanización.